11.2.08

El lugar más frío de la Tierra

Cuando los pescadores de Oymyakon, en Rusia, extraen un pez de las aguas cubiertas de hielo, bastan 30 segundos para que esté congelado: tieso como una tabla. Aquí la leche no sabe de estado líquido: sólo se vende en bloques helados de color mármol. A partir de 52 grados bajo cero dan día libre en la escuela, y el gran acontecimiento del año es el Festival del Polo de Frío. Entonces, Dschis Chan, el señor del invierno yakuto, encarnado por el profesor de gimnasia de la localidad, invita a sus colegas Padrecito Invierno de Moscú y Santa Claus de Finlandia a comer filetes de reno y a ponerse ciegos de vodka. La última vez, Santa Claus casi echa a perder la fiesta porque se bebió nada menos que 10 botellas en 48 horas para combatir el frío. Oymyakon es el polo helado de la Tierra; en 1926 alcanzó la temperatura más baja registrada jamás en territorio habitado: 71,2 grados bajo el punto de congelación. La localidad está situada en el noreste de Rusia, en una meseta a 750 metros sobre el nivel del mar: allí donde el invierno dura como mínimo nueve meses.

Pues bien, para alcanzar este lugar irreal aguantamos (es noviembre) a 34 grados bajo cero en el aeropuerto de Jakutsk, esperando a que por fin se abra la puerta del avión, que se ha congelado por completo. A bordo del aparato de hélice, con cortinas azul claro en las ventanillas, los pasajeros llevan botas de piel de reno. La azafata reparte periódicos. Y en ellos se lee que, en algún lugar de las montañas, un criador de renos resultó gravemente herido al caer del caballo y tuvo que esperar semanas a que acudieran en su ayuda, así que en el ínterin se amputó él mismo los dedos de los pies helados con un cuchillo de monte y logró sobrevivir. La foto muestra a un nativo típico, menudo y vigoroso, de cara pálida, mejillas redondas, nariz chata y ojos que asoman por unas ranuras diminutas.

Dos horas y media después aterrizamos en Ust-Nera, nido de buscadores de oro, donde la temperatura alcanza los 42 grados bajo cero. Son poco más de las tres de la tarde y el sol ya se pone por el horizonte. Proseguimos viaje en un microbús con cristales dobles, fijados con cinta adhesiva, que impiden que se forme una gruesa capa de hielo en el interior. Cuando Vladímir Putin visitó la región, el gobierno local avisó de que no se les ocurriera mandar por avión un Mercedes oficial sin doble acristalamiento. El Kremlin ignoró la recomendación y el coche del presidente no pasó de la primera valla publicitaria, justo detrás del aeropuerto.

Kolya, nuestro chófer, tiene una fina barba a lo Gengis Jan. Tras cuatro horas salvando baches y ríos helados, nos anuncia: “A partir de aquí se acabó la carretera en buen estado”. Seguimos por la autopista de Kolyma, la vía que Stalin hizo construir utilizando presos como mano de obra para poder explotar las riquezas naturales de Yakutia, sobre todo el oro. Cada 30 kilómetros había un gulag. La mayoría de los presos moría al cabo de tres meses. Se les enterraba bajo la calzada. Y punto. “Aquí yace un muerto cada cuatro metros”, nos explica Kolya. Por eso la autopista de Kolyma también se llama “carretera de los huesos”.

I l'article segueix aqui amb frases tan bones com: "a partir de -64ºC, uno oye cómo se hiela el aliento, siente cada hueso congelado, los escupitajos caen en estado sólido"

I aqui podeu veure moltes fotos del lloc en qüestió...

1 comentari:

Neus ha dit...

sembla impossible que pugui fer tant de fred!!!!! i comprar llet en bloc ja ni texplico!!! aquí si que costaria lo seu adaptar-shi!!